Según cifras de la OMS (Organización Mundial de la Salud) más de 300 millones de personas en el mundo sufren de depresión, siendo los más afectados jóvenes en el grupo de los 13 y los 32 años de edad. 

Los síntomas de depresión pueden variar según su gravedad, pero los cambios en las emociones y el comportamiento del joven son los más comunes, además pueden incluir cambios emocionales, sentimientos de tristeza (los cuales pueden incluir episodios de llanto sin razón aparente), frustración o sentimientos de ira, sentimientos de desesperanza o vacío, estado de ánimo irritable o molesto, pérdida del interés o del placer en las actividades cotidianas, pérdida de interés en familiares y amigos o estar en conflicto con ellos, autoestima baja, sentimientos de falta de valoración de sí mismo o culpa, entre otros.

Personajes tan reconocidos de la biblia como David, Moisés o Elías, tuvieron en algún momento de su vida episodios de depresión, que los llevaron a tomar decisiones que afectaron negativamente el plan y el propósito de Dios en sus vidas. Sin embargo, hubo algo que hizo que estos personales no se quedaran en la depresión sino que continuaran con su propósito divino y fue la búsqueda de Dios. 

Puede resultar difícil notar la diferencia entre los altibajos en el estado de ánimo que simplemente forman parte de la vida de los jóvenes y la depresión juvenil. Sin embargo, si los síntomas anteriormente descritos persisten, busca ayuda, los ejemplos bíblicos mencionados anteriormente no permanecieron en este estado porque Dios obró en sus vidas y los ayudó a salir de ese mal momento; recuerda, Jesús te dice:

Encuentren paz en su unión conmigo. En el mundo, ustedes habrán de sufrir, pero tengan valor: yo he vencido al mundo. Juan 16:33 (DHH). 

Como creyentes, no debemos creer que estamos exentos de padecer un episodio de depresión, sin embargo, con la ayuda de Dios tenemos la solución para todos nuestros problemas. También podemos ser luz a la vida de amigos o conocidos que se encuentren en depresión. Dios es soberano y es necesario que todo ser humano reconozca que le necesita.  

Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta, para que te cante y te glorifique, y no me quede callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias! Salmos 30:11-12

Autor: Cristhian Felipe Rueda

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